Se columpia la balsa entre las aguas del mar.
Crujidos y cachetazos, las maderas y el agua.
Atado al mastil por mis propias manos, aún vivo.
II
Nuevamente levanto el martillo para descargar el golpe.
Mi brazo queda un segundo suspendido, indeciso.
Horizontal pasa planeando un águila y corta el movimiento.
III
En la estación del ferrocarril reparten las noticias.
Una mujer diminuta pregunta por su hijo que no llega.
Lo describe gigantesco como una montaña y altivo como un roble.
IV
Estoy sentado a la orilla del lago sereno y verdoso.
El sol y la brisa van suavizando mi respiración lentamente.
Acabo de llegar de la ciudad en la que sólo sufrí atropellos.
JORGE HACKER
Buenos Aires