D E S C O M U N A L

( para mis nietos Federico, Malena, Emilia, Julián )

Ayer fue 24 de marzo de 2011, fecha simbólica que recuerda la iniciación del terrorismo de Estado en Argentina. Han pasado 35 años. El tiempo me hace daño con su tamaño, no cabe en la cabeza de nadie. Es descomunal.
Cuando yo era chico, siempre hacía cálculos con la edad que tendría cuando llegara al… por ejemplo 2000. Cumpliría 69, que me parecía una cifra enorme de años, difícilmente me era posible imaginar ese tiempo. Pero fui cruzando el siglo XX sin prisa y sin pausa como una estrella más y todo fue llegando sin dejar más marcas que el papel de la fecha y el símbolo del día, los momentos felices y las catástrofes por igual.
Siempre surge la pregunta que les hacen a los que fuimos sujetos de los dos terrores, el nazismo y el terror de estado argentino, y tuvimos que exiliarnos en una o ambas para salvar la vida, como valoramos una persecución frente a la otra, que parecidos encontramos entre el régimen Nazi (1933-1945) que aniquiló a 6.000.000 de judíos y el terror de Estado argentino (1976-1983) que desapareció, torturó y asesinó a 30.000 (la mayoría jóvenes) con parecidas ideologías, parecidos racismos, similares convicciones.
Haber vivido bajo ambas y haber sobrevivido a las dos, me hace un individuo de una especie interesante, como por ejemplo una mariposa encontrada en Madagascar y también en Mendoza, quizás porque el polen que esa mariposa consume se encuentra tanto en Viena como en Buenos Aires.

El recuerdo de los crímenes cometidos alrededor de uno, son crímenes cometidos dentro de la persona de uno, de eso no hay duda, ver morir sin causa a parientes y amigos unifica el pensamiento y solidariza el alma.

En mi memoria hay un día de primavera de 1935 (yo tenía 4 años, tu edad de hoy Federico) y estaba en el Stadtpark, el parque-paseo del centro de Viena, con mi padre. La nieve se estaba derritiendo. A metros de nosotros un hombre bajó de su bicicleta y la apoyó en un banco. Debajo del manubrio colgaba un banderín rojo con una gran svástica negra en el centro. Le pregunté a mi padre que era esa bandera y me contestó evasivamente que era de los alemanes, que no nos correspondía. Quedé con la idea de que se trataba de un club adversario, pero a juzgar por la cara de mi padre, algo siniestro.
Nunca supe comparar los dos terrorismos, el nazi y el argentino. Las similitudes no superaban a las diferencias. Sentía que para mis dos países, Austria y Argentina, ambas eran igualmente destructivos y terribles, ambos respondían a una ideología ajena y contraria a la mía, pero ambas exigían, del chico primero y del adulto después, una comprensión y una energía de supervivencia que debía ser desarrollada, acompañada por familia y amigos, y cuya característica primordial era que no prescribía nunca, que era para siempre, que mientras viviera, la emigración y la pérdida de identidad de la primera se trasladaba a la segunda sin dificultad, que la aniquilación de judíos y demócratas progresistas en Austria se emparentaba llanamente con el terrorismo de Estado de Argentina, que la angustia nocturna por la posibilidad de que te vinieran a buscar mientras dormías era idéntica en ambos casos, que era a eso que se sobrevivía, no solo a ideas y convicciones.
A 35 años de la masacre argentina y a 65 de la austríaca surge otro denominador común. Nos sigue habitando el mismo estado latente de inseguridad y desconfianza ante las peripecias de los poderosos, no es en vano la frase de Bertolt Brecht (y que vale para ambos casos) “Aun es fecundo el vientre que eso engendró”.
Por cierto hubo diferencias entre los dos terrorismos. El de los nazis fue además de político, racial, eso excluía la sustracción de los hijos de los deportados. Aniquilar ideas no es lo mismo que aniquilar señales raciales y recuperar a los descendientes para la causa de los criminales.
Hubo también parecidos. El fundamental fue que ambos terrorismos pudieron desarrollarse en estados profunda y mayoritariamente católicos. Austria llega a casi el 90% de creyentes y Argentina está cerca de esa cifra. En ninguno de los dos países se hizo nunca la efectiva separación entre la Iglesia y el Estado.
Hay un tema que me ocupa desde siempre, y es común a ambos terrorismos: Los Uniformes. Siempre he sido proclive a los uniformes. Cosas de niño al que no se le permitió jugar con elementos de guerra ni armas de juguete. No tuve soldaditos ni pistolas de plástico, convicciones de un padre judío francmasón pacifista, viví fascinado por los desfiles, las marchas marciales, los uniformes. Cuando cumplí 7 años me tocó presenciar la ocupación de Viena por los nazis. Trepado en hombros de mi niñera, húngara católica, contagiada ella por la alegría del pueblo austríaco ante el desfile aguerrido de las S. A. y las S. S. nazis que pasaban a paso de ganso por el centro de Viena, tuve mi baño de contradicciones, toda la carga de ambigüedades que conservé toda mi vida ante las demostraciones marciales.
Cuando el golpe militar de 1976 en Buenos Aires, ya estaba bastante curado del síntoma, los uniformes habían perdido su atracción casi totalmente, amen de que a los militares argentinos, aun en sus momentos más guerreros les faltaba esa disciplina férrea de sus maestros alemanes. Eran proclives a excesos tolerados por el poder indiscriminado de estas latitudes.

En principio Argentina nos recibió con la calidez de su sentimental pueblo y poco nos hacía sospechar el desarrollo de sus clases gobernantes hacia una ideología que desembocaría en lo que viviríamos unas décadas más tarde.

Creo que el ser humano es incapaz de emigrar por completo más de una vez en la vida. Es difícil reconstruir la existencia en tierras lejanas más de una vez. Y la vida te lo hace saber.
Las excepciones van de la mano con circunstancias excepcionales y con ideologías más retrógradas, apoyadas en factores político económicos muchas veces injustificables.

Hemos superado por suerte períodos muy oscuros, pero otros períodos oscuros nos esperan. No querría generalizar, seguimos latiendo al unísono con compañeros y amigos argentinos (son argentinos mis hijos) mi familia sigue habitando el continente americano, en Alemania y Austria tenemos amigos, las esperanzas se suceden con las desilusiones.

A mis hijos y nietos quiero pasarles estos pensamientos y reflexiones. Por ellos me seguirán teniendo un tiempo.

En Buenos Aires, 25 de marzo de 2011.
Jorge Hacker