TRÉBOLES DE OTTAKRING

Nueva Pompeya vienesa, veredas de musgo, resbalosas
de tanto dialecto,  tanta cara de galleta, pantorrilla
de piba de redondo caminar, marcha valseada, barrio.
Vos sos lo valioso que mejor me robaron en aquellos años.
Años de asesinato y expulsión, entrega y rapto.


Un tango vienés que se arrastra como azúcar impalpable
bajo la lengua gruesa de ablandar sonidos, sonrisa equívoca.
Consonantes bávaras. Un malambo magiar bajo la bota.
Mi vieja, una eslovaca colorada como la paprika:
Y que me trajo a Viena bajo las medias negras ajustadas.


Hoy canto en austríaco este tango cruel de barrios bajos
Intraducible quizás, y sin embargo emparentado.
Un tango que pone a Ottakring al otro lado del puente de la Noria,
el río corriendo en medio, una mar dulce azul, un Riachuelo,
con gitanos que viven en un tercer patio del conventillo,
bajo la misma llovizna otoñal, el mismo olor  de  trasnoche.
Lana mojada en el ronco vienés de un Goyeneche prestado.


Un piringundín de putas marineras en Mitteleuropa, nalgas
a las que canta el sordo Beethoven y una Butterfly de Callas,
un Mozart que es Gardel recita “cuando yo te vuelva a ver”,
esa es mi Viena, la que fue abusada por cafishios pedófilos.
Esos que abrieron sus cámaras de Alí Babá, en medio
de los tréboles que cubren las tumbas de mi infancia. Hoy regazos
turcos que habrían dado luz verde a mis  primeros pasos.


O se la darán a los últimos.  En Ottakring. Al otro lado del puente.

JH  -  1/ 04 / 2013  Buenos Aires.

 



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