LA PARADA INDÍGENA

por Ojo de Vidrio


Pocas veces sentí tanta emoción como este 7 de agosto,
mientras presenciaba
la parada indígena y militar. Ese es el país invisible,
el que mucha gente
de las ciudades no quiere ver. Son los hermanos en quienes
no nos
reconocemos, a quienes jamás miramos a los ojos,
habitantes de pueblos
lejanos que no nos interesa visitar y cultores de idiomas y
costumbres menos
importantes, a nuestro juicio, que la saga de Beowulf o las
historias del
Señor de los Anillos.

Kilín Anaya me contó que fue a visitar a la delegación
de chipayas hospedada
en el cuartel de Cotapachi, para conocer a esos hombres y
mujeres que son bi
e incluso trilingües, y tienen un fervor patriótico
indescriptible. Ellos
tienen su cultura y sus ancestros, pero marchan y cantan el
Himno Boliviano
y saludan a la bandera boliviana como jamás lo hemos hecho
nosotros, los
citadinos.

Algo que tampoco queremos ver es que los soldados que
juraron la bandera
son también invisibles para nosotros porque en su mayoría
son indígenas.
Para ellos el servicio militar es un contacto con la patria
boliviana
irrenunciable, un acto de iniciación a la mayoría de edad
ineludible para
ganar el reconocimiento de sus comunidades. A diferencia de
ellos, el
servicio militar urbano es una molestia insoslayable con una
libreta auxiliar o una
diversión de fin de semana, aunque no es mi intención
criticar a los
entusiastas premilitares.
Ese pueblo invisible que es más Bolivia que nunca es la
Bolivia invisible
que apareció por primera vez en las rebeliones indígenas,
en el Primer
Congreso Campesino convocado por el gobierno de Gualberto
Villarroel y en la
firma del decreto de Reforma Agraria en Ucureña. De pronto
respaldaron a su
candidato, ganaron las elecciones de 2005 ¡y se volvieron
visibles!

Esos "indios de mierda" a quienes no queremos ver
nos dieron una lección de
civismo y de amor a Bolivia. ¡Con qué entusiasmo
marcharon y honraron los
símbolos patrios! Para nosotros, la jura de la bandera ya
no significa nada;
para ellos era un acontecimiento inolvidable, que se repite
por tercer año
consecutivo gracias a una feliz iniciativa del gobierno de
Evo. ¡Y sin
embargo estaba ahí, todo el tiempo! Estaba en la piel
morena de nuestros
soldados y en el fervor de sus familiares.

Quizá alguien opine, con aire sobrador, que son hombres y
mujeres ingenuos,
deslumbrados por una parada militar, por un espectáculo
urbano; que alguien
los manipula. Nada de eso: ellos no son cojudos, son
depositarios de saberes
locales, de una lengua y una cultura. Ellos hablan con las
montañas, los
ríos, los árboles, los animales porque aman la naturaleza
y no la destruyen.
Así como hay un Defensor del Pueblo, ellos son Defensores
de la Naturaleza y
de los recursos naturales. Sus maestros jamás les
enseñaron a depredar la
naturaleza. Su forma de vida es un culto a la Pachamama y a
sus frutos, un
acto de comunión con el reino mineral, el reino vegetal y
el reino animal.
¿Cuántas verdades de ésas conocemos los citadinos?


Yo debería llamarme Heráclito, porque nunca he sido dos
veces el mismo. Ojo de Vidrio Telef. 72269625




Ojo de Vidrio es el apodo de un artista, poeta, pensador o político boliviano, encontré sus testimonios en mi correo un día y lo adopté como guia en mis pensamientos por esa Bolivia que descubrí y me enamoró. Desde ese momento dediqué parte de mis esfuerzos a comprender mejor a esos hombres y mujeres mestizos e indios de esa patria adoptiva que llamé Bolivia.

Jorge Hacker. 2008/2009

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