JODA DE LOS MINEROS DE ATACAMA

Pido perdón al gran maestro poeta enseñador de caminos,
por usar con delictiva liviandad su geografía,
la tierra a ratos tiembla buscando su profundo origen
y olvida dar nombre a las especies hundidas.

Ayer mismo una bíblia pachamama,
mordió el cordón umbilical
que unía la superficie con su ovario profundo.
Rompió la armonía del parto asesino.

Ejército de hormigas programadas, los mineros
Nunca negaron la violencia de su oficio,
cavaron un socavón excesivo.
La plusvalía cotidiana logró el resto.

La noticia corrió como un premio nobel certero,
un record guiness de una tragedia absurda,
perdida entre pliegues de codicia
condena de un mito milenario.

Ahí los mineros perdidos dantescamente abajo,
como dioses que aceptan libres las ofrendas,
contaron mis lágrimas nocturnas como el oro de Pizarro,
la inquisición se habría quedado vacía de palabras.

Protagonista la cápsula del espacio inverso.
Millonaria imagen que invade las camas del mundo
Hombres que nacen, la burguesía que mide las ganancias,
los ratings siderales que sudan las pantallas.

La guerra del fuego trata de proteger la llama incipiente,
los ancianos y sus voces melifluas y sabihondas,
alguna lágrima se me extravía como un milagro de jueves.
Una música de ritmos de tambor suena como una cancha.

La política y el oro son los minerales que suben.
Los evangelios y el futbol bajan a buscarlos.
En ese Klondike de esclavos modernos fetichistas,
una hirviente cueva oscura, anuncia feliz sus dividendos.


Oda al minero
al valiente de Oruro
hermanos Siglo Veinte y Copiapó
ultrasonidos
de alas mestizas subterráneas
sonrisa y metralleta bajo el catre.


Minero, cantarte es poco.
habiendo tanta imagen disponible
tanto campamento
tanto interior de mina religioso
tanto tío que fuma,
tanto ekkeko.
Son varoniles la profundidad y el viento
y en esa geografía mas que vertical,
como quien no quiere la cosa,
se fecunda la panza del planeta.

Eyaculados a la superficie,
los mineros enseñan
sus abrazos,
a la luz de un sol
ultravioleta
de amarilla, dudosa esperanza.

Jorge Hacker – 15 de octubre de 2010

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