Conozco a la niña que lleva
mariposas tatuadas en los hombros.
La tuve en mi cama una Nochebuena.
Canturreaba sobre artes nuevas
y curaciones a distancia.
Ese amor tan joven que apenas
sabía caminar entre los muebles.
Seis meses la tuve prisionera
de mis declaraciones y el tono
de su voz nunca lo escuché.
Han pasado muchos años.
Aquella niña de las mariposas
hoy me habría sanado el sufrimiento.
JH 20-3-09
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