V I E N A



Vuelvo siempre
a tus veredas
a esos jardines nevados
a tomar aquel tranvía
a la vieja Börsengasse
donde iba a la primaria
el día en que entraron los gansos
con sus cogotes grabados
con sus cruces y sus botas
con sus brazales de gancho
sus calaveras de huesos
y sus glúteos apretados
que aun drenan de oscura sangre
el vino nuevo muy blanco
que tanto gustaba a mi padre.


Volvería eternamente
al estúpido barroco
a los mozos de casaca.
Corto flores en el Prater.
Voy a misa en Bratislava
en mi carro de gitano
a la sinagoga en Nitra
y a orinar a San Esteban
donde me observa el abuelo
desde el trono del imperio
leyendo el Talmud con el dedo.
De sus patillas sagradas
gotea el tinto de la Puszta
vino negro que se masca
y se toma con azúcar.


Vuelvo a mi dorada infancia
al Kaffée con Palatschinken
a la triste ópera bufa
a putas de culos gordos
redonda escenografía
y en la vereda dibujo
un Mozart de confitería.
Nazco un día de febrero
cerdo hebreo con estrella
en el barrio más conspicuo
con la expulsión decretada.
No bailé con los vieneses
valses rengos prescindibles.

Ah, Viena de mi memoria,
alcahueta irredenta
irreconciliable.
Jorge Hacker
Buenos Aires, Marzo de 2007

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